Un amor que disciplina
Ella cerró la puerta de un portazo. Después, la volvió a golpear. Busqué herramientas y me dirigí a la habitación de mi hija. Con calma, susurré: «Mi amor, tienes que aprender a controlar tu mal carácter». Saqué la puerta de las bisagras y la llevé al garaje. Esperaba que quitar temporalmente la puerta la ayudara a recordar la importancia del autocontrol.
El poder de Dios exhibido
Mi hija de seis años y yo mirábamos a través de la puerta de vidrio el cegador despliegue de una tormenta eléctrica. Ella repetía una y otra vez: «¡Guau! Dios es tan grande». Yo sentía lo mismo. Era evidente lo pequeños que éramos ambos y lo poderoso que es Dios. Me vino a la mente un versículo del libro de Job: «¿Por qué camino se reparte la luz, y se esparce el viento solano sobre la tierra?» (38:24).